Propósito Vital. ¿Qué hago yo aquí?
Quién no se acuerda de la primera vez que, siendo aún muy pequeños, algún profesor o algún amigo de nuestros padres se nos acercó y, muy inocentemente, nos preguntó “Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?” Así, sin avisar. Casi no te conozco, soy pequeño y, evidentemente, no me conozco, no sé qué es “ser mayor” y aun así ¿Pretendes que, de golpe, te revele cuál es mi propósito vital? Tú te lo has ganado: “futbolista”.
Cuando somos pequeños, en el colegio, el concepto de largo plazo se suele reducir, como mucho, a qué va a ocurrir al día siguiente. Vivíamos por y para el presente, lo cual era maravilloso porque conseguíamos disfrutar de cada pequeño instante como si la vida entera girara en torno a ese momento. Todo es juego, todo es real. El futuro sólo son ídolos o imágenes de éxito proyectadas por nuestro entorno. Sueños de otros. Muy pocos nacen con un don, un talento especial que les obliga a seguir un camino marcado como atraídos por un imán. Mozart fue Mozart y lo habría sido aunque hubiera nacido en otra época y en otro lugar. Su capacidad artística se habría abierto camino en cualquier entorno, pero, ¿Qué pasa con los No Mozart? ¿Qué pasa con todos aquellos que crecimos, llegamos a los 18, nos volvieron a preguntar “Y tú, qué quieres ser” y contestamos, “NO LO SÉ”? La mayor vocación del mundo. No lo sé.
Definir el propósito vital de cada uno es complejo y es importante saber diferenciar entre aquello en lo que somos buenos y aquello que nos hace sentir tan plenos que consigue que estemos en resonancia con el entorno. Generalmente solemos confundir lo primero con lo segundo, porque socialmente es más fácil encontrar la aceptación de los demás gracias a “hacer las cosas bien” y no por “hacer las cosas que me hacen sentir bien”. Si somos buenos abogados, eso nos hará ganar dinero, tener respeto y reconocimiento, y eso nos llevará a construir una vida en torno a todos esos pilares que, posiblemente, será placentera, desahogada y estable. Pero, ¿Es eso todo lo que le exigimos a la existencia? ¿Os imagináis en el lecho de muerte, echando la mirada atrás y pensando “he tenido una vida placentera, desahogada y estable…”? Por favor, prometedme que no será así.
Casi todos, y yo el primero, creo que hemos interpretado el camino de la vida al revés. Tratamos de hallar el propósito a través de la habilidad o la aptitud y debería ser al contrario, alcanzar la habilidad y la destreza a través del propósito. Esto, así dicho, es sencillo, pero es tremendamente complejo y más en la época actual donde la inmediatez rige nuestro día a día y la mayoría de nosotros somos incapaces de estar cinco minutos en silencio para escucharnos.
Tratar de encontrar nuestro propósito es algo que nos debemos a nosotros mismos. No sería justo pasar por la vida de puntillas, sin hacer ruido y sin mayor ambición que acumular días placenteros. Cuando encontramos el propósito, hasta los fracasos toman sentido y, sobre todo, podemos tener la certeza de que, en el momento de marcharnos, miraremos atrás y con orgullo y plenitud, podremos decir, YO EN LA VIDA HICE…
Sergio Serrano
Ingeniero Industrial
Actualmente desempeño labores de consultor externo en proyectos de I+D, soy empresario y profesor asociado en la universidad.