Aunque cumplamos con lo que “se espera de nosotros” o con nuestras responsabilidades, realicemos correctamente nuestro trabajo o dediquemos tiempo a nuestros estudios, suele invadirnos un sentimiento de hastío, cansancio denso o vacío profundo. Sentimos que nos falta algo.
Vamos corriendo de lado a lado, con la creencia de que esta velocidad nos hará más productivos y que gracias a ella obtendremos tiempo para nosotros, cuando no nos damos cuenta de que irónicamente es esa velocidad es la que no nos permite disfrutar del camino.
Nos encontramos en un piloto automático del que no somos conscientes hasta que ponemos consciencia (normalmente, a través del sufrimiento).
Quizás, es que hemos tenido el foco más fuera que dentro. Invirtiendo nuestra energía en aspectos externos, llenándonos de ellos (con la intención subconsciente de llenar nuestro vacío) y descuidando a los internos.
Nos vemos tan abrumados por la cantidad de estímulos a los que nos sometemos en la sociedad, que hemos perdido nuestro norte. Nuestras prioridades. Lo que es esencial para nosotros.
No somos máquinas. Somos humanos. Llevamos nuestros propios ritmos y tenemos limitaciones físicas y energéticas. Luchar contra ellas o forzarnos a ir en su contra no solo es inútil sino dañino para nosotros mismos.
Para cada uno de nosotros, localizar lo esencial, se hace esencial si queremos apostar por nuestro bienestar. Con el enfoque de quedarnos con lo mínimo, quedarnos solo con lo que nos aporte a nivel funcional o emocional. Y soltar todo aquello que no nos aporte, con intención de vivir una vida más intencional.
Este minimalismo es aplicable a ropa, tecnologías (y uso de las mismas), relaciones personales… Esta limitación de estímulos nos ayuda a ganar claridad mental (eliminamos el ruido) y aumenta nuestro foco y energía para centrarnos en las cosas que son realmente importantes para nosotros. Las que de verdad nos importan.
Vamos a reflexionar sobre el ritmo imperante en la sociedad, nuestra dificultad para desapegarnos, el valor del tiempo, el minimalismo y el valor de la lentitud.
“Nuestra esencia es como el fondo del océano. Necesitamos calma para acceder a ella.”